Probablemente todos los hermanos que leamos esta nota, sepamos que el Señor derrama abundantes gracias sobre la humanidad en esta Fiesta de la Divina Misericordia. Para nosotros, especialmente, es una Fiesta importantísima, puesto que el Señor nos la «marcó» de un modo particular en reiteradas ocasiones.
Algunos teólogos, estudiosos de espiritualidad, aseguran que el mensaje que nuestra Fundadora debe transmitir al mundo, con «La Gran Cruzada del Amor y la Misericordia», es una continuación del mensaje que el Señor dejó a través de Santa Faustina Kowalska sobre la Divina Misericordia.
Para profundizar un poco más en la trascendencia de esta Fiesta, hemos elegido algunos de los pasajes del Diario de Santa Faustina, que nos ayudarán a entender mejor de qué se trata, y nos motivarán para vivirla de una manera especial.
Le dice el Señor a Sor Faustina: “Esta Fiesta ha brotado de las entrañas de Mi misericordia para el consuelo del mundo entero” (1517).
“No encontrará alma alguna la justificación, hasta que no se dirija con confianza a Mi misericordia, y por eso el primer domingo después de Pascua ha de ser la Fiesta de la Misericordia. Ese día los sacerdotes hablarán a las almas sobre Mi misericordia infinita” (570).
“Sí, el primer domingo después de Pascua es la Fiesta de la Misericordia, pero también debe estar presente la acción, y pido se rinda culto a Mi misericordia con la solemne celebración de esta Fiesta y con el culto a la imagen que ha sido pintada” (742).
“Deseo que la Fiesta de la Misericordia sea refugio y amparo para todas las almas, especialmente para los pobres pecadores. Ese día están abiertas las entrañas de Mi misericordia. Derramo todo un mar de gracias sobre las almas que se acercan al manantial de Mi misericordia.
El alma que se confiese y reciba la Santa Comunión obtendrá el perdón total de las culpas y de las penas. En ese día están abiertas todas las compuertas divinas a través de las cuales fluyen las gracias. Que ningún alma tema acercarse a Mí, aunque sus pecados sean como escarlata. (…) La Fiesta de la Misericordia ha salido de Mis entrañas, deseo que se celebre solemnemente el primer domingo después de Pascua” (699).
La buena noticia en esta Cuarentena:
(De ACI Prensa y de nuestra Redacción ANE) A pesar de las dificultades para confesarnos y poder acceder a la Comunión, debido a la cuarentena por coronavirus, es posible obtener la indulgencia plenaria que se concederá el segundo Domingo de Pascua por la Fiesta de la Divina Misericordia.
Juan Pablo II instituyó oficialmente la indulgencia plenaria para esta fiesta, en el llamado “Decreto sobre las indulgencias recibidas en la Fiesta de la Divina Misericordia”, un don que también pueden alcanzar los enfermos y los navegantes en altamar.
La indulgencia plenaria se concede al fiel que participe en actos de piedad realizados en honor de la Divina Misericordia con las condiciones habituales de confesión sacramental, comunión eucarística y oración por las intenciones del Papa.
En estas circunstancias particulares por las que atraviesa la humanidad, el sacerdote del Santuario Nacional de La Divina Misericordia en Estados Unidos, Padre Chris Alar, expresó que “debido a la cuarentena establecida en varios países para combatir el coronavirus es muy difícil acceder a la confesión y a la Sagrada Comunión” pero aseguró que, no obstante, se pueden recibir las gracias especiales de la Divina Misericordia siguiendo los tres pasos, que indicamos a continuación:
1°) Realizar un acto de contrición perfecta
Para esto, lo primero que necesitamos hacer es ponernos en la presencia de Dios, tomar una hoja, un cuaderno o libreta, una pluma o lápiz, invocar al Espíritu Santo y hacer un esfuerzo por recordar en qué hemos ofendido al Señor desde nuestra última confesión. Hacemos un minucioso examen de conciencia; pero tan detallado como si lo hiciéramos para tener la última confesión de nuestra vida.
Es muy importante que sintamos un verdadero dolor por haber ofendido al Señor, a nosotros mismos y a nuestros hermanos al pecar. Dios nos hizo para ser felices y nuestra felicidad consiste en ajustar, alinear nuestra vida completamente al plan que Dios tiene para nosotros desde la eternidad.
Le dice Jesús a Santa Faustina: “Soy santo, tres veces santo y siento aversión por el menor pecado. No puedo amar al alma manchada por un pecado, pero cuando se arrepiente, entonces Mi generosidad para ella no conoce límites. Mi misericordia la abraza y justifica.
Persigo a los pecadores con Mi misericordia en todos sus caminos y Mi Corazón se alegra cuando ellos vuelven a Mí. Olvido las amarguras que dieron a beber a Mi Corazón y Me alegro de su retorno. Di a los pecadores que ninguno escapará de Mis manos. Si huyen de Mi Corazón misericordioso, caerán en Mis manos justas. Di a los pecadores que siempre los espero, escucho atentamente el latir de sus corazones [para saber] cuándo latirán para Mí. Escribe que les hablo a través de los remordimientos de conciencia, a través de los fracasos y los sufrimientos, a través de las tormentas y los rayos, hablo con la voz de la Iglesia y si frustran todas Mis gracias, Me molesto con ellos dejándoles a sí mismos y les doy lo que desean” (Diario de Santa Faustina 1728).
El alma que se obstina en no arrepentirse y volver a Dios de corazón se condena a sí misma. Este es el tiempo especial de Misericordia del Señor. En estos días seguiremos reflexionando sobre esto, pero ahora, continuemos con los pasos que debemos seguir para obtener la INDULGENCIA
No pudiendo recibir la Confesión Sacramental, hacemos entonces el “acto de contrición”, sobre el cual, el Catecismo de la Iglesia Católica nos ilustra muy bien, con las siguientes palabras:
“Entre los actos del penitente, la contrición aparece en primer lugar. Es “un dolor del alma y una detestación del pecado cometido con la resolución de no volver a pecar” (Concilio de Trento: DS 1676).
Cuando brota del amor de Dios, amado sobre todas las cosas, la contrición se llama “contrición perfecta” (contrición de caridad). Semejante contrición perdona las faltas veniales; obtiene también el perdón de los pecados mortales, si comprende la firme resolución de recurrir tan pronto sea posible a la confesión sacramental (Cfr. Concilio de Trento: DS 1677).
La contrición llamada “imperfecta” (o “atrición”) es también un don de Dios, un impulso del Espíritu Santo. Nace de la consideración de la fealdad del pecado o del temor de la condenación eterna y de las demás penas con que es amenazado el pecador. Tal conmoción de la conciencia puede ser el comienzo de una evolución interior que culmina, bajo la acción de la gracia, en la absolución sacramental. Sin embargo, por sí misma la contrición imperfecta no alcanza el perdón de los pecados graves, pero dispone a obtenerlo en el sacramento de la Penitencia (Cfr. Concilio de Trento: DS 1678, 1705).” (CIC cánones 1451-453)
Para que sea válida, entonces, la contrición debe no sólo “considerar la fealdad del pecado y el temor de la condenación eterna”, sino que debemos detestar, de corazón, el haber pecado, y resolver seriamente, ante Dios, el no volver a hacerlo, poniendo todos nuestros medios para vivir santamente, conforme al mandato de Dios.
Necesitamos sentir el amor de Dios como el máximo bien, para guiar nuestros pasos de ahora en adelante en pos de esa “Perfección” que nos pide en Mateo 5,48, que no es otra cosa que la santidad.
DESPUÉS DE HABER HECHO EL ACTO DE CONTRICIÓN, PARTICIPAMOS DE LA SANTA MISA (PODEMOS HACERLO DESDE NUESTRA APP, CON NUESTROS PADRES FUNDADORES O CON EL SANTO PADRE, POR DISTINTOS CANALES) Y, EN SU MOMENTO, HACEMOS LA COMUNIÓN ESPIRITUAL
2°) Realizar la Comunión espiritual
Al no poder acceder a la Sagrada Comunión, el P. Alar aconseja realizar la Comunión espiritual, en la que se pide a Dios que entre en nuestro corazón como si lo recibiéramos sacramentalmente, con la intención de acudir a la Eucaristía lo más pronto que nos sea posible, luego de confesarnos.
Para ello, se puede realizar la siguiente oración, que es la que el Padre Renzo reza en cada una de sus Misas, que transmitimos a diario en nuestra Aplicación (Orar meditando lo que decimos, pausadamente):
Creo, Jesús mío, que estás real y verdaderamente presente en el Santísimo Sacramento del Altar.
Te amo por sobre todas las cosas y deseo vivamente recibirte dentro de mi alma,
pero no pudiendo hacerlo ahora sacramentalmente, te pido que vengas al menos espiritualmente a mi corazón.
Y como si ya te hubiese recibido, te abrazo y me uno del todo a Ti.
Señor, no permitas que jamás me aparte de Ti.
Que el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de nuestro Señor Jesucristo me guarden para la Vida Eterna
Amén
3°) Realizar una oración final
Señor Jesucristo, Tú prometiste a Santa Faustina que el alma que, estando bien confesada, reciba la Sagrada Comunión en este día y ore por la salud y las intenciones del Santo Padre, si tiene el firme propósito de no ofenderte más, recibirá el perdón completo de todos sus pecados y culpas, por lo que no obtendrá castigo alguno al dejar este mundo, sino que irá directamente hasta Ti.
Tú sabes, Señor que yo ahora no puedo confesarme, pero hice un acto de contrición perfecta; sabes también que no puedo comulgar sacramentalmente, pero hice una Comunión espiritual y te he recibido en mi corazón… Por eso, apelando a tu Misericordia infinita, te ruego, mi Señor Jesucristo, que me concedas esta gracia de la indulgencia plenaria que con amor, confianza y fe te pido: Amén.