ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
Dios todopoderoso, que hiciste de Santo Domingo un testimonio vivo de la verdad y del amor, te rogamos nos concedas la gracia y la fuerza de seguir sus caminos, dejándonos guiar por Tu sabiduría que viene de lo alto. Haz que por su mediación sintamos en nosotros la urgencia de anunciar el Evangelio al mundo.
Haznos, Señor, vivir siempre en la esperanza y en la confianza de tu Santa Voluntad. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
SEGUNDO DÍA
Domingo, hombre de la Palabra: Predicador
Santo Domingo lleva a la oración los problemas de su predicación, las circunstancias en las que se hallan las personas a las que se dirige, las dificultades que encuentra en su misión. Dificultades durante el día, oración más intensa durante la noche. Oración en la que, junto a la experiencia de Dios, une la experiencia de la humanidad pecadora, extraviada, con la que se encuentra, que le lleva a las lágrimas.
Ora de noche y de día. En realidad su predicación es oración y su oración su predicación. Es una vida con dos vertientes, pero que se juntan en la cima. En ese lugar de conjunción es donde se sitúa la espiritualidad de Domingo.
En el santo, la oración es cargada de afecto, oración “afectiva” como la llaman los teóricos de la mística. Afectiva porque en ella se junta el amor a Dios, el sentirse amado por él, con el amor a los hombres, por los que llora. Y su petición más continua es que Dios le diera “verdadero amor para cuidar y trabajar eficazmente en la salvación de los hombres…”, en palabras del Beato Jordán. Es el mismo afecto que lo impulsa en su misión de predicador.
Santo Domingo ha pasado a la historia precisamente por ser predicador y por fundar la Orden de los Frailes Predicadores. La predicación es el signo más distintivo de su relevancia histórica. Pero no fue el fundador de la predicación, que va unida al mismo ser de la Iglesia, sino de un modo de predicar.
Es el corazón de Domingo que le lleva a sus compromisos con las personas. Ese afecto le hace ser paciente con ellas. El diálogo largo y continuado es el modo de manifestar su interés por las personas. No es el catedrático que expone y defiende una tesis, para que triunfe la verdad, sin más. Domingo es predicador, va directamente al interior de las personas, les predica porque sufre con ellas. Sus preocupaciones son las suyas, hace suyo su dolor, su error, su pecado y quiere caminar junto con ellas para superar todo lo que haya de negativo.
ORACIÓN FINAL
Concédenos, Santo Domingo, vocaciones nuevas, que continúen tu obra de la “Sagrada Predicación”, hablando con Dios o de Dios, para que, así, padre, se cumpla lo que tú mismo prometiste, en honor a la Verdad. Por Cristo nuestro Señor. Amén.