ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
Dios todopoderoso, que hiciste de Santo Domingo un testimonio vivo de la verdad y del amor, te rogamos nos concedas la gracia y la fuerza de seguir sus caminos, dejándonos guiar por Tu sabiduría que viene de lo alto. Haz que por su mediación sintamos en nosotros la urgencia de anunciar el Evangelio al mundo.
Haznos, Señor, vivir siempre en la esperanza y en la confianza de tu Santa Voluntad. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CUARTO DÍA
La Verdad Transmitida
Domingo usaba con frecuencia la palabra Compasión para manifestar el sentimiento que le producían las gentes a las que se dirigía en su predicación. Puede resultarnos un tanto paternalista en el significado que tiene en nuestra lengua, pero si buscamos su etimología vemos que es la misma que la palabra “simpatía”. Las dos quieren decir “compartir sentimientos”. Es decir, lo que se necesita para predicar es sintonizar afectivamente con la gente, sentir sus alegrías y sus tristezas. En expresión sencilla y evangélica, querer a aquellos a los que se predica. No buscar ni la propia gloria, ni el triunfo de una idea, sino la salvación de la persona, su liberación. Esa es la compasión de Domingo. Sin esa compasión no hay predicación evangélica.
El problema que puede encerrar ese estilo evangélico de predicación es su lentitud. Se somete al ritmo de la reflexión y decisión libre del ser humano. Se enfrenta con las prisas de la necesidad del éxito experimentado y celebrado. Algo evidente desde siempre, y que hoy se hace más apremiante en esta sociedad que tiene necesidad de satisfacciones inmediatas.
Domingo se muestra como persona de una gran riqueza afectiva. El Beato Jordán decía de él: “Consideraba un deber suyo alegrarse con los que se alegran y llorar con los que lloran y, llevado de su piedad, se dedicaba al cuidado de los pobres y desgraciados.”
“Todos los hombres cabían en la inmensa caridad de su corazón y, amándolos a todos, de todos era amado.”
La compasión del Padre Domingo, es una de las notas más claras de la espiritualidad dominicana, y anima toda la vida de sus hijos, porque no solamente «me reconstruye a mí», sino también construye la fraternidad. No me aísla, no me encapsula, sino que «soy más santo, cuanto más puedo llorar y dolerme con mi hermano».
ORACIÓN FINAL
Te confiamos a todos los que se han alejado de la Iglesia, para que puedan recuperar la luz de la fe, el consuelo de la esperanza y la alegría del amor que se nos da. Por Cristo nuestro Señor. Amén.